Por
fin, después de buscar, mirar, comparar y hacer muchos, muchos números, llegó
la oportunidad que estaban buscando:
un piso de 90 metros cuadrados,
tres habitaciones, dos baños, garaje, una suculenta terraza, y un añadido que
no esperaban: ¡una zona común con piscina! La guinda del pastel, la mejor de
las recompensas. Y todo a un precio asequible, al menos es la sensación que se
tenía en el año 2006, cuando por un
piso así se podía pagar perfectamente cerca de 50 millones de pesetas, y a
ellos solamente les exigían 33.
¿Cuál
era la causa de esta ganga?
Ni
más ni menos que los susodichos pisos,
una urbanización de 4 torres cuyo
eslogan “Innova Residencial, para vivir a
la última”, atrajo a miles (literalmente hablando) de personas de Paterna y
alrededores, todavía estaban por hacer.
La promotora estaba ofreciendo los
pisos antes de tener la licencia de obras. Sólo con un llamativo cartel y un apabullado agente comercial, que no
daba abasto recibiendo compradores, los inmuebles se empezaron a vender solos.
Un fenómeno tan inexplicable como surrealista.
Y
vaya si se vendieron, tan rápido que nuestros protagonistas por poco se
descuidan y se quedan sin casa.
Pero
finalmente, tras una larga cola de “contrincantes” esperando ansiosos como si
de la apertura de las rebajas se tratara, nuestros amigos consiguieron reservar
un piso, ¡su futura casa! Y como
ellos, otras tantas parejas de jóvenes que se diferenciaban claramente de
aquellos que querían comprar para “pasar” o “revender” a posteriori (hinchando de
paso la maldita burbuja que ya tomaba forma)
El
único inconveniente era que había que esperar un par de años para tener las llaves, tiempo que llevaba la
ejecución de la obra, pero que bien pensado, era suficiente para ahorrar y así
estar más preparado de cara a la temida hipoteca.
Por
fin llegaba la tranquilidad, y por fin el futuro se les presentaba más cerca
que nunca.
Lo
que ellos no sabían es que el rumbo de sus vidas cambiaría para siempre desde
ese instante…
El
espacio destinado a la macro-urbanización se convirtió en peregrinaje semanal, y
domingo tras domingo acudían puntuales a ver la evolución de las obras: primero
la demolición de la vieja fábrica, luego la llegada de las máquinas excavadoras
y la instalación de la grúa…
Hasta
que un día, algo cambió.
Nuestros
amigos se dieron cuenta de que los terrenos presentaban un aspecto extraño: alguien
había marcado surcos, a modo de caminos delimitados, marcas de tiza en lugar de
máquinas, y lo que resultaba más llamativo, una gran cantidad de piedras emergían del suelo.
Nadie
sabía entonces que los orígenes históricos de la villa de Paterna acababan de
ser descubiertos por casualidad.
Después
de muchos interrogantes y llamadas a la promotora, que negaba la mayor hasta
que se hizo más que evidente, descubrieron que el motivo de ese “parón”
repentino era “el hallazgo de unos restos
arqueológicos sin importancia, algo normal tratándose de un municipio como
Paterna” –contestaron—y que se
solucionaría en cuanto Patrimonio diese el visto bueno para retirarlos y
llevarlos a un museo.
Nada
más lejos de la realidad. Porque lo que la fábrica de Galletas Río escondía
bajo sus entrañas no eran restos árabes similares a los que ya se habían sacado
previamente: lo que ahora veía la luz era una villa Romana del siglo III, de
gran relevancia histórica y arqueológica.
Toda
esta información fue llegando en minidosis a los compradores, entre ellos los
protagonistas de esta historia, que, lejos de ser entendidos en la materia, no
comprendían ni las dimensiones ni las consecuencias que este hallazgo tendría
sobre su futura casa. Eso sí, la promotora seguía cobrándoles puntual la
mensualidad correspondiente y presumía de decir que no pasaba nada, que los
permisos estaban en regla y la construcción era totalmente compatible.
No
había más remedio que armarse de paciencia…
Mientras
tanto, algunos clientes, menos dotados de la virtud del Santo Job, comenzaron a
inquietarse por las publicaciones que aparecían en la prensa sobre el
yacimiento y no paraban de hacerse preguntas. ¿Qué va a ocurrir con nuestros pisos? ¿Se retrasarán mucho tiempo las
obras? ¿Para cuándo la entrega de llaves? Unas preguntas que, al no obtener
respuestas, hicieron reaccionar a algunos, rompiendo los contratos de
compra-venta y perdiendo así la mitad del dinero entregado (según la letra
pequeña del contrato si el comprador renuncia al piso, sólo obtiene el 50% de
las cantidades entregadas)
Pero
la mayoría prefirió ser prudente, aumentar su grado de tolerancia a la
paciencia y seguir esperando (total, el mercado inmobiliario seguía hinchándose
cada vez más) Mientras eso ocurría, muchos, haciendo uso de las nuevas
tecnologías, se pusieron en contacto por Internet, muy a pesar de la promotora,
para poder intercambiar opiniones sobre la situación.
Pasaron
los meses,… y las incipientes obras del complejo residencial iniciadas a
finales de 2008 (tras casi dos años de papeleos, permisos y licencias) dieron
paso a una especie de paraíso para arqueólogos, historiadores, geógrafos…y
dicho sea de paso, para algunos oportunistas que vieron en el yacimiento romano
la gallina de los huevos de oro para cargar contra sus enemigos.
Pero
esta es la parte donde la historia se empieza a poner demasiado fea y por eso
merece ser contada con detenimiento en el siguiente capítulo.
CONTINUARÁ